
15 de abril de 2009.- La vuelta de 'In Treatment' (que comentaré en breve) me da pie para hacer una reivindicación que creo necesaria: la de la lentitud, la pausa y la profundidad. En un mundo (y sobre todo en un mundo audiovisual) sometido a una aceleración cada vez mayor, creo que es importante que exista un hueco para la calma, al menos visualmente. Estamos acostumbrados a un entretenimiento cada vez más trepidante, sucesión de estímulos rápidos que compiten por ver cuál es más potente y más "efectivo". Todo es de colores, todo tiene luces, todo avanza a velocidad de vértigo, todo estimula eficientemente las regiones más accesibles del cerebro, todo es ácido, básico, picante, irritante, sedante y sustituible de inmediato por una sensación siguiente mayor, mejor y quizá incluso más fugaz. El entretenimiento compite consigo mismo en intrascendencia y deseable inutilidad. Es algo accesorio, no como el comer o el dormir, y, por tanto, frívolo por definición. Así que no corre peligro de frivolizarse en exceso ni de ser demasiado superficial, pues son estas sus mejores cualidades. Cuanto más frívolo mejor, cuanto más epidérmico, mejor. Lo bueno es lo rápido y lo mejor, lo más rápido.
Estoy bastante harto de esas series de televisión en las que pasan muchas cosas intrascendentes, a mucha gente, en muchos sitios y a mil por hora. Estoy harto de que me saturen de información surtida y superficial, de ser un mero receptor de datos, de tener que componer yo las narraciones y los perfiles de los personajes de libros, películas y series de televisión, sometiéndome al sistema de bombardeo constante de imágenes, cada una más colorida y luminosa que la anterior. Quiero pisar el freno, pararme a mirar el cuadro, detener la acción un poco, profundizar.
Sin embargo, para poder hacer esto (para querer, también) hace falta conservar cierta tolerancia al aburrimiento. Sí: aburrimiento. Para apreciar los matices de un haba fresca y perfecta hace falta renunciar durante un rato a la seducción inmediata (y efectiva, no nos engañemos) de un menú Big Mac, basto y vulgar, pero cargado de sabor fácil y placer instantáneo. Debemos estar dispuestos a posponer el placer, esperando que finalmente éste sea mayor, mejor y más valioso, y arriesgándonos a que al final la espera y el esfuerzo puedan haber sido en vano, el haba no nos guste nada y 'The Wire' nos parezca un coñazo. Quizá entonces decidamos volver al carrusel ultrarrápido e intrascendente del McDonald's televisivo (y del otro, el 'real', qué rico) y seguir yendo a velocidad mil y profundidad cero. Pero al menos lo habremos probado, habremos intentado ir un poco más allá.
Desde luego, no seré yo quien defienda una televisión a ritmo de película de Rohmer, nada más lejos de mi intención. Pero tampoco me interesa un medio en el que todo es de colores saturados y se mueve en fast forward. Yo también veo la televisión para desconectar y dejarme engañar por una fantasía, pero me niego a que esa desconexión sea tan sencilla (y tan patética) como la de un rebaño de vacas hipnotizadas por el paso de un montón de ciclistas vestidos con maillots fluorescentes. Una cosa es ver la televisión para no pensar en los problemas cotidianos, y otra muy distinta es verla para no pensar, a secas.
2 comentarios:
Té raó, estimat doctor. Per coses com aquestes, vaig deixar de veure "Nip/Tuck".
Sóc un dels seus, doctor!
Jo, fa temps que vaig decidir restar al marge "fast living".
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